jueves, 5 de julio de 2018

UNA ÚLTIMA PRUEBA

Me miraste fijo, tenías nuestra pluma blanca en la mano y dijiste: 
-La voy a soltar. Antes de que caiga la tenés que atrapar, si la pluma toca el suelo me voy de tu vida para siempre-

Tus pruebas de amor eran cada vez más difíciles. Desde que nos conocimos aprobé casi todas, solo fallé en dos. En la primera te fuiste por dos semanas y con la otra falla me faltaste un mes.
 Pero hasta ese momento los desafíos nunca fueron tan difíciles como éste. 

¿Como atrapar la pluma en el aire?, había mucho cálculo de por medio, no sabía cuál era su peso, ni con qué velocidad caería, ¿Cuántos gramos pesa una pluma?, había un poco de viento y hacía frío, y como si fuera poco yo estaba a unos 5 metros de distancia. 
Era muy probable que la sueltes y la pluma se entregue al compás del viento y su danza llegue hasta la esquina siguiente. Además, hacía tanto frio que mi exceso de abrigo me volvía más lento. 

-Si el viento frena -pensé-  la pluma caerá lento y puedo llegar rápido a sujetarla sin problemas.- 
Pero cómo podía develar el momento exacto en que dejarías caer la pluma, si tus pruebas siempre fueron condiciones sin previo aviso de comienzo. 

Tenía una sola oportunidad y los reflejos nunca fueron mi fuerte. Recordé en un segundo que mis amigos en los partidos de potrero nunca me confiaron el arco, si yo atajaba eran goles asegurados para el rival. 

Pero esto era diferente, atajar esa pluma era el penal más difícil de mi vida, si agarraba esa pelota la copa del mundo sería mía, por lo menos hasta el próximo mundial.

Me puse duro y atento, con los ojos de huevo puestos en la pluma, como cuando Forest Gump fijó los suyos en la pelota de ping pong. Pusiste esa cara desafiante que te caracterizaba en cada prueba, extendiste el brazo a un costado y tus dedos soltaron la pluma. 

Desaforado rompí mi estado de reposo y activé mis piernas. Como supuse, la pluma comenzó a volar y la distancia de metros aumentó. Los nervios dominaron mi cabeza, veía como la pluma se alejaba pero aun no tocaba el suelo. –La voy a alcanzar- pensé. 
El viento la abalanzó media cuadra, yo desesperaba por tenerla en mis manos y ganar tu compañía para toda la vida. No llegaba y la veía cada vez más lejos, estuvo a punto de tocar el suelo, pero una nueva ráfaga la levantó y esta vez la empujó hacia la avenida. 

Me dio unos segundos más de vida y aceleré, esquivé los autos frenados por el semáforo en rojo con mi objetivo fijo. Me acerqué a unos centímetros, la pluma estaba a media altura, estiré los brazos pero no la pude atrapar. El viento seguía soplando, en una correntada repentina a mitad de calle mi premio finalmente cayó y se pegó al suelo como si de repente pesara mil kilos. 

Frené y la vi reposada en medio de la avenida, era una pluma insulsa, la miré con odio pero ella no tenía la culpa de nada. 

Voltee y seguías ahí, me miraste con pena, con lastima y haciendo un gesto de desaprobación.  Me agaché, tomé la pluma y me fui pensando en guardarla para quien no quiera soltarla y me ayude a sostenerla.

Walterio…


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