sábado, 4 de agosto de 2018

EL BESO DE VERÓNICA


Como me gustaba Verónica, yo tenía once años cuando estaba infantemente enamorado de esa pelirroja. Ella, dos años mayor, según mi perspectiva toda una experimentada.

Soñaba con que algún día me devuelva una mirada y bajo mis ilusiones me la pasaba imaginando a Verónica en alguna situación de riesgo, donde yo -el nene de once años- aparecería para salvarla de los malvados que quieran hacerle daño y así ganar su amor para besarla en un final de película. 

Que increíble pensar que todo era nuevo, que lo único que me preocupaba era vivir experiencias desde cero. La política no me interesaba, si San Lorenzo perdía no me amargaba, el dólar era cosa de grandes, un viaje en colectivo era una travesía por la selva y sólo quería jugar al futbol en la calle y buscar mi primer beso.

Todo es sorpresa en la infancia. Y como extraño sorprenderme. Extraño sorprenderme, pero con esa sorpresa que me hacía descubrir lo nuevo, no la sorpresa del puñal tras la confianza, no la sorpresa de la decepción, sino esa sorpresa infantil que genera sonrisas, que alimenta esperanzas, que motiva enseñanza, que detiene el tiempo y que hace un invierno corto y un verano de eterna libertad.

Una tarde estaba paveando en la casa de Lorena, mi vecina y mejor amiga de mi amor platónico, Verónica llegó de improvisto  y me pareció lo más bello que había visto en mi joven vida. Recuerdo bien su sweater de lana verde que hacía de su pelo rojizo una lluvia de fuego que quemó mis pantalones.  Hice reír a Vero repetidas veces, Lorena también reía pero eso no me importaba. Yo calculaba cada movimiento, buscaba que Vero no me viera como a un niñito, que me desee, pensaba en el momento indicado para dar un batacazo y poder robarle ese beso tan deseado.

Hasta que un sábado de Diciembre estaba con ellas en el patio del vecino, oscurecía cuando me levanté para volver a mi casa y la colo me saludó con mucha simpatía, me acarició la mano por debajo y me siguió mirando con una sonrisa cómplice mientras me marchaba. -Mañana es mi día – pensé. En la emoción creo que me fui sin saludar a Lorena, o por lo menos no lo registré.

Llegó el domingo a la tarde y fui a la casa vecina, entré y estaban ambas haciendo tarea del colegio, no me importó y me quedé con ellas. Al rato se aburrieron de estudiar, -¿Jugamos un tutti fruti?- preguntó Verónica. -¡Pero el que pierde tiene que cumplir una prenda!- dijo Lorena. Se me prendió el foco –Tengo que ganar y con una prenda pedirle  beso a Verónica- pensé.

Lamentablemente, en ese momento descubrí que soy pésimo para ese juego y me la pasé perdiendo en cada letra. Me pintaron las uñas, agarre caca de perro con las manos y hasta comí un huevo crudo. El juego solo me ponía en ridículo ante mi amor y perdí toda esperanza,       -Listo, juego esta letra y me voy.- les dije enojado.

Tocó “Y”, si, la puta “Y”. Igual jugué como nunca, pensé y pensé, busqué en mi mataburro cerebral toda palabra que podía llegar a tener un niño de 11 años en su cabeza pero obviamente perdí de nuevo.

–Bueno te toca otra prenda- dijo Lorena, -Cerrá los ojos- replicó Verónica con una sonrisa de hechicera y  mi esperanza volvió a nacer. –Dale, cerrá los ojos, que después de tantas prendas ahora tenés un premio. Bien cerrados eh ¡no hagas trampa!- sin lugar a dudas no pensé en desobedecer sus reglas y con mucha presión tape bien mis ojos con la mano derecha. Empecé a sudar de nervios y ansiedad, yo sabía cuál era el premio, estaba por dar mi primer beso.

Mi corazón galopaba con cien caballos de fuerza y la excitación me trepaba de los pies a la cintura. Con los ojos tapados temí que me tomen por tonto con una nueva prenda vergonzosa, pero a los dos segundos la incertidumbre terminó.

Sus labios se apoderaron de los míos y recibí mi premio. Su lengua se movía desaforada atrapando la mía y me abrazó con fuerza. Sentía nuestras babas inexpertas caer por nuestras comisuras, ella movía la cabeza de lado a lado y yo la seguía con movimientos a contramano. Como un tonto, seguía con mi mano sobre los ojos, comencé a quitarla suavemente en medio del beso, poco a poco entreabrí mis ojos para espiar a La Vero en medio del acto y asombrado descubrí que mi primer beso siempre va a ser el que le di en una prenda de la infancia a mi vecina Lorena.

Walterio…