lunes, 22 de octubre de 2018

La caída de Goliat desde una azotea de Madrid




Estábamos en la azotea del edificio del círculo de Bellas Artes, en Madrid -digo "azotea" para situarnos en España, en Bernal Oeste le decimos "terraza"- teníamos la ciudad a nuestros pies y el sol como amo y sirviente se reposaba por detrás del edificio Metrópolis en un atardecer sin disfraces.

Nos creíamos inmensos, o al menos yo lo creía, mirábamos el atardecer a la altura de la estrella madre, como siendo partes del cielo y con ganas de convertir una nube en un sillón donde tomar cerveza acompañada de jamón ibérico. Nos sentíamos poderosos, o al menos yo lo sentía, en la cima del mundo, y Madrid entero comenzaba a iluminarse, preparándose para vivir la noche sin saber que nosotros éramos sus nuevos dueños.

Entre la gente que sacaba fotos y tomaba tragos caros, nos miramos y nos drogamos con un momento adictivo de grandeza, observamos a nuestro alrededor una ciudad caótica que nos recordó a Avenida Corrientes y sin pactarlo decidimos callar por algunos minutos, solo para admirar el momento y el paisaje de cemento herrado.  

Recuerdo que me miraste y abrazándome dijiste;
-Que lindo sería volar, iría aún más arriba para poder observar España entera o incluso toda Europa.
-No sé, yo ahora ya me siento gigante.- te respondí
- No no, no es para sentirse gigante, es para poder dar cuenta de lo chiquitos que somos.     

Siempre tus palabras son más sabías que las mías, y seguiste.
- ¿No te das cuenta? Mirá allá abajo, estamos en un piso 11 y no llegamos a distinguir la cara de la gente que cruza ese semáforo, no sabemos si las bolsas que llevan son de un local de ropa o de zapatos, no llego a ver si van sonriendo o están enojados. Sabés que no veo muy bien pero sí puedo distinguir dimensiones. Y esto no es sentirse grande, esto es darse cuenta desde un piso 11 que no somos nada, que si aparece un gigante de verdad puede pisarnos como hormigas.

Yo me quedé en silencio, me sentía un imbécil, un arrogante. Está bien, nosotros no éramos gigantes pero tus palabras sí, y mi circunstancia de estar con vos también.
Bajamos y ya era de noche, cruzamos la Avenida Gran Vía y frenaste a mitad de vereda mientras la marea de gente nos esquivaba.
-Mirá- me dijiste y señalaste hacia arriba- recién estábamos allá, decime si ahora te sentís gigante.  
                                               @Cuento_Veloz


1 comentario: